Dedicatoria en Fausto

Otra vez vienen llegando. ¡Oh!, formas temblorosas que se insinuaron hace ya mucho tiempo ante mi perturbada vista. Pero ¿acaso intento apresarlas ahora?, ¿mi corazón se siente aún capaz de semejante locura? Ahora se agazapan y luego podrán reinar soberanas, y como emergiendo de los vapores y de la niebla, se van enredando a mi alrededor. Mi pecho se estremece cándidamente ante el hálito mágico de la procesión que forman aquellas sombras.

Me evocan imágenes de los días felices, y algunas sombras queridas se elevan ahora. Como una vieja leyenda que cayó en el olvido, así acompañan el primer amor y la amistad; el dolor se renueva; la queja vuelve a emprender la marcha por los erráticos y laberínticos caminos de la vida, y pronuncia también el nombre de aquellos dignos seres que, engañados por la esperanza de los días de dicha, han desaparecido antes que yo. Las almas a las que canté por primera vez ya no podrán escuchar estos cantos. Se disolvió aquel apacible grupo y se extinguió ya el eco primero. Mi canción se entona entonces para una multitud de seres extraños cuyo aplauso me causa temor, y todo aquello que se regocijaba en mi canto, si aún se agita en él, vaga disperso por el mundo. Me hundo en una nostalgia, que ya no sentía desde hacía mucho tiempo, de aquel reino de espíritus, sereno y grave, Mi canto susurrante flota como el arpa de Eolo; ahora un escalofrío me invade. Las lágrimas se van derramando una tras otra, El endurecido corazón se enternece y se ablanda. Y aquello que poseo lo veo distante y en lejanía, y lo que ha desaparecido ya, se convierte para mi en una realidad.


Goethe.

Compañeros de Ruta