El Río (fragmento)

[...]

Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.


de Final de Juego, Julio Cortázar

Naipe

Ya lo dijo un viejo poeta:
"Muchachos que andan paseando,
la vida es una carpeta"
Y por más acertador,
nunca el hombre es sabedor -si apuesta-
A veces, uno, corazón,
se juega entero un gran querer
y está el engaño tras cartón.

Naipe... juego...
para el querer eres ciego.
Naipe... suerte...
que Amor en Pena convierte...
Hoy... yo que he perdido,
porque ella siempre fue mano.
Me ganó el Amor, la falta envido,
a pesar de haber tenido treinta y tres.

Porque sé que la he perdido
y por su amor voy llevando
mi corazón dolorido,
hoy me aguanto en el dolor
porque es de buen perdedor
no andar contando pesares... de azares.
A veces, uno, corazón,
se juega entero un gran querer
y está el engaño tras cartón.

Ya lo dijo un viejo poeta:
"Muchachos que andan paseando,
la vida es una carpeta". 

Enrique Cadícamo

Amor, de Tarde.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.



Mario Benedetti

Si estuvieras aquí

Si estuvieras aquí no andaría con la mirada perdida contando los retazos de cielo que quedan entre los cables que unen los tejados de San Telmo. Esta distancia es amarga como el mate que probaste conmigo en la última huída. Si estuvieras aquí. 

River va por delante de Boca pero todo se andará. Algunas caras tristes recogen el agua de los charcos en las aceras de Corriente. La gente maldice al FMI y hay senadores que ya no miran a los ojos y planean una fuga. Bajo la alfombra del Parlamento con el mismo olor a podrido. Encima ya nadie cree en Maradona.
Dos presos se escaparon ayer de la cárcel. Tardarán en volver una semana. Por voluntad propia. Se está mejor adentro. 

Me contaron que Charlie se tiró desde un noveno a la piscina y resultó ileso. Charlie García siempre gana. A la Argentina la piscina le resulta pequeña y la distancia más grande. Ojalá resulte ilesa.
En Florida, la peatonal de los quioscos, sigue la misma pareja bailando una de Gardel.  Por una cabeza... La abertura de esa falda me deshace el vientre. 

El murmullo de las últimas lluvias de invierno sobre el río de La Plata suena como una vieja canción de los Rolling. Mafalda juega a la rayuela en un oasis verde en medio del humo, en el centro de la ciudad. 

Menos mal que la primavera siempre llega a tiempo. Y siempre es jueves en la Plaza de Mayo. Te dejé en el contestador el murmullo de esta ciudad al Sur. Quizás reconozcas el ronroneo de aquel colectivo que nunca tomamos. 

Si estuvieras aquí, Buenos Aires se dejaría quitar la ropa.  
Si estuvieras aquí. 

Ismael Serrano

Marica

Batallón de mariquillas de soldados que han venido
a mariquillearme con cien maricas plomizos
de pólvoras los maricas, y de maricas sus tiros.

Maricas que han mancillado
las falanges de Alejandro
usándolas como símbolo
¡sin saber que era un marica!

y matan como maricas
al amor por pervertido,
y ciegan los ojos niños
y así no verán maricas.

Maricas que me marican
por mariquear fantasías
que tildan de mariconas
por no encontrarles sentido.

Pelotones mariquitas
que destrozan... ¡maricones!
el corazón de este hombre
con dignidad de marica.

¡Tiren al centro marica
que dio a luz obras maricas
y traten de que al hacerlo
me olvide un mundo marica.

Acribillen mis genitales
que a maricas endulzaron
y al hacerlo que me exploten
como frutillas... ¡maricas!

Que mi sangre reproduzca
en este suelo marica
flores de colores nuevos
que las verán mis maricas.

¡Marica quien me ha aplaudido!
¡marica quien me ha leído!
¡marica quien ha luchado
contra las hordas maricas
que bárbaramente rompen
la belleza de un marica!

Marica el Dante y su mundo,
y Calderón (jajá)... ¡un marica!
que escribió que “todo es sueño”
y un sueño ¡es acto marica!

Maricas los enfermeros
por sanar lepras maricas.
Galileo, el más marica,
por pretender ver redondo
un mundo cuadrangulado
por cuadrángulos maricas.

Marica el médico a palos
y marica su escribano,
¡marica penicilina
que solo curas maricas!

Marica don Juan Tenorio
por amar en lo prohibido.
y Beethoven ¡gran marica!
que junto a Manuel de Falla
se atrevieran a dar sones
que por serlo son maricas.

Marica el crucificado
por redimir mariquitas.
marica, madre, ¡marica!
por haberme tu parido.

¡Marica también mi padre
por tener semen marica!
y maricas mis ancestros
por engendrarnos maricas.

Y así... sumando maricas...
veremos que en cada tumba
de humanidades maricas
solo yacen esqueletos...
esqueletos de maricas.


Pepe Cibrián

Compañeros de Ruta